¿Se puede perder la salvación?

Jesús nos salvó.

La seguridad de la salvación

Somos salvos por gracia (Efesios 2:8), no por justicia propia, sino por fe en el sacrificio de Cristo (Romanos 10:10). Si fuera por nuestra justicia o nuestras obras nadie podría obtener la salvación ni mantenerla.

Las obras de justicia son el fruto de la salvación y de la fe (Santiago 2:18-22). Si amamos a alguien es imposible que no lo demostremos, si amamos a Jesús se tiene que notar, vamos a procurar hacer lo que nos pidió (Juan 14:15).

Para que tengamos la seguridad de nuestra salvación se nos dio la garantía (arras) que es el sello o bautismo del Espíritu Santo (Efesios 1:13-14).

Otras verdades que nos dan seguridad en nuestra salvación:

  • La fidelidad de Dios (Deuteronomio 7:9).
  • Nada puede separarnos del amor de Cristo (Romanos 8:38-39).
  • Jesús es nuestro abogado si pecamos y además intercede por nosotros (1 Juan 2:1).

¿Qué pasa si pecamos?

El hijo de Dios no practica el pecado (1 Juan 3:8-9), pero puede tropezar y caer. (1 Juan 3:9). Dice la Biblia que 7 veces cae el justo, pero se levanta (Proverbios 24:6).

El Buen Pastor busca a la oveja que se perdió, pero en la parábola del hijo pródigo, el padre espera que su hijo rebelde recapacite y vuelva. Hay diferencia entre perderse y rebelarse. Pero aún si nos apartamos por nuestra propia voluntad, podemos arrepentirnos y volver a Dios.

Si las personas no se arrepienten, sino que siguen pecando, es como si pisotearan la sangre de Cristo (Hebreos 10:29). Aunque hagan milagros en su nombre, nunca los conoció (Mateo 7:23). Estaban con nosotros, pero no eran de nosotros (1 Juan 2:19).

No podemos conservar la salvación a través de las buenas obras, porque no somos santos por nosotros mismos. Entonces, nos conservamos en la familia de Dios por gracia: cada vez que pecamos nos arrepentimos y volvemos a la senda. Es imposible no pecar, pero tenemos que conservar la humildad para reconocer nuestro error y buscar ser restaurados, como David. Pero si al ser sorprendidos nos obstinamos no tendremos salvación, como el profeta Balaam que terminó muerto (Números 22:21-35 y Números 31:8) y seremos desechados como el rey Saúl (1 Samuel 15:26).

¿Cómo somos restaurados?

No podemos limpiar la mancha del pecado (Jeremías 2:22), pero Jesús la remueve con su sangre (1 Juan 1:7) y limpia nuestra conciencia (Hebreos 9:14).

Hay consecuencias como se le advirtió a David (2 Samuel 12:9-10), como al pueblo de Israel que tuvo que vagar en el desierto 40 años (Números 14:32-34).

Dios puede volver a usarnos e incluso podemos tener más dones y unción que antes, si nos esforzamos por obedecerlo. Por ejemplo, Moisés mató a un hombre, tuvo que salir huyendo de Egipto, de príncipe pasó a ser pastor de ovejas, pero después lo usó poderosamente. (Éxodo 2:14-15; Éxodo 3:1, 2 y 10).

La salvación es por fe, produce arrepentimiento y conversión.

El camino de santidad está hecho de tal forma que incluso los torpes no se pierdan (Isaías 35:8). Si nos alejamos podemos volver (Jeremías 6:16).

Beneficios de mantenernos santos

La bendición viene por la obediencia: Levítico 26:1-13; Deuteronomio 11:13-14; Deuteronomio 28:13; Salmos 119:56; Proverbios 10:6; Josué 1:7. El desobediente recibe ruina (Lucas 6:46-49).

El crecimiento requiere la humildad y el servicio (Mateo 20:25-27).


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