Con la expansión del Imperio Griego llevada a cabo por Alejandro Magno, los judíos que vivían fuera de su tierra adoptaron el griego como su idioma principal. Por lo tanto, necesitaban que las Escrituras se tradujeran al griego, aunque la Torá o Ley de Moisés se siguiera leyendo en hebreo en las sinagogas.
Cuenta la tradición que Ptolomeo mandó realizarla para completar la renombrada biblioteca de Alejandría. Para ello reunió 72 sabios, seis de cada una de las tribus hebreas. Estos ancianos eruditos se reunieron para desarrollar una traducción adecuada de las Escrituras hebreas al griego koiné (griego común). Se comenzó traduciendo la Ley (Torá) y luego se agregaron los demás libros que componen el Antiguo Testamento. Al hablar de esta Biblia el número se redondeó a 70, por eso se la llama Versión de los Setenta, Septuaginta o LXX (que significa setenta en números romanos).
Su trabajo comenzó en el siglo III a. C. con la traducción de la Torá y el resto se completó paulatinamente, en los dos o tres siglos siguientes.
Originalmente, era un conjunto de rollos independientes que contenían textos religiosos judíos traducidos, unos desde el hebreo al griego (los protocanónicos), y redactados otros en esta última lengua (los deuterocanónicos). Años más tarde, se unieron en el formato códice y así se convirtió en la primera Biblia como un libro formado por hojas unidas entre dos tapas.
No solo está formada por libros escritos originalmente en hebreo (algunos con fragmentos en arameo), también incluye otros en griego (los deuterocanónicos) a los que la comunidad judía nunca puso a la altura de los otros textos que forman la Tanaj. Es decir, que esta versión no solo tradujo las Escrituras, también incorporó otros textos. Cuando se habla del Canon de Alejandría se está haciendo referencia a los libros que forman la Versión de los Setenta.
Los textos que sirvieron de base para muchos elementos de la Septuaginta carecían de varios elementos que tienen las lenguas actuales: diferencia entre mayúsculas y minúsculas, vocales, acentos, signos de puntuación y algunas conjunciones, artículos, prefijos y sufijos adverbiales y/o preposicionales. Más tarde, los masoretas agregaron signos para incorporar el sonido de las vocales, surgiendo el Texto Masorético. Ésta podría ser la razón de las diferencias de interpretación entre la Versión de los LXX y el texto hebreo-arameo conocido. También podría explicar que algún tiempo después, algunos revisores judíos hubieran intentado “corregirla” para que coincida con este último.
Los diferentes códices de la Septuaginta, a pesar de las variantes textuales, representan fielmente textos en un estado “primitivo”, carente del estilo pulido y acabado, del actual texto hebreo-arameo masorético, bastante más elegante, pulido y editado durante los siglos posteriores.
La Versión de los Setenta es muy importante, no solo por ser la primera traducción de la Biblia, sino también por su papel para cultivar la fe de las comunidades de israelitas piadosos que vivían en la Diáspora, y que se comunicaban en la lengua griega común. Además, fue adoptada ampliamente por las primeras comunidades cristianas, acompañando la expansión del cristianismo tanto en Oriente como en Occidente e influyendo de diversas maneras en la cultura occidental.